Cada uno puede tener sus razones personales para apoyar o no la huelga del profesorado en la enseñanza balear. El señor Borrell Botella exponía las suyas en Diario de Ibiza hace unos días; permítanme hoy exponer las mías, opuestas a las de él.

Arremete el señor Borrell contra el profesorado por la huelga con el ejemplo de que antes había más alumnos en las aulas y que aquella generación de maestros «hizo la transición, nos dio la libertad y renovó el país como nadie había hecho antes y lo hizo currando», para a continuación quejarse de la enseñanza en catalán, neocatalán foráneo lo califica. Califica también de sindicato amarillo al STEI, el sindicato mayoritario en el mundo de la enseñanza. Le habría bastado leer un poco para aprender que con esta denominación se conocen los sindicatos verticales, los del franquismo, y los llamados sindicatos de empresa, los que están más próximos de los dirigentes de las grandes corporaciones que de los empleados.

Se jacta el señor Borrell de «hablar cuatro idiomas y mejor inglés que la mayoría de profesores». Bien, quizás domine suficientemente el inglés para mantener una conversación trivial o servir unas copas a los guiris, pero ¿su inglés es suficientemente bueno para impartir clases de matemáticas, física, química o geografía? Porqué de eso se trata precisamente, y además hacerlo a alumnos que tampoco tienen la base suficiente de este idioma. El profesorado no se ha opuesto a que el inglés entre en las aulas; en algunos centros ya se realizan actividades en inglés más allá de los mínimos legalmente establecidos.

El profesorado se opone a que se le utilice en una operación de imagen política que perjudica gravemente a sus alumnos, entre ellos los hijos del señor Borrell. Y no sólo lo han dicho los profesores de escuelas e institutos; también los departamentos filológicos de la Universitat de les Illes Balears (UIB).

Yo soy un maestro jubilado, de aquellos que hicimos la transición, que nos habíamos formado en una sola lengua y que en la década de los 80 empezó a formarse en catalán, la lengua propia de estas islas. Se hizo lentamente, tanto que algunos de mis compañeros de generación llegaron a jubilarse sin haberlo aprendido.

Los maestros de la transición nos esforzamos para transformar una escuela autoritaria en que la decisión personal del director era la única válida y que estaba en comunión con el ´Glorioso Movimiento Nacional´. Conseguimos una escuela en la que el profesorado, las familias y estudiantes participaban en su gestión a través de los consejos de dirección, antecedente directo de los consejos escolares actuales. Ahora, con estupor, vivimos un claro intento de hacernos retroceder en el tiempo mediante la Lomce de Wert.

Me satisface que mi hijo reconozca que el profesorado le está dando una lección de responsabilidad y generosidad, que con su huelga le está diciendo que él, cuando sea adulto, también tendrá que luchar por lo que ame; por ejemplo, su profesión.

Ninguna lengua, ninguna, se aprende realmente si no nos sumergimos en ella de verdad. En las escuelas e institutos se aprenden unas cuantas normas gramaticales y poco más, Es necesario crear bolsas de inmersión lingüística, televisión y películas subtituladas, viajes al Reino Unido e Irlanda, etc. para dominar un idioma, y esto cuesta dinero.

Lo que no se debe admitir es que un farmacéutico y una vendedora de pisos (API) pongan en riesgo el futuro de nuestros hijos, gestionando a golpe de decreto, saltándose incluso las resoluciones judiciales.