Leo el sábado 1 de septiembre un artículo del señor Mariano Planells sobre lo que llama «el peligro» de los gatos asilvestrados en nuestras islas. Decía Gandhi que «el nivel de evolución de un pueblo se mide por la forma en que trata a sus animales»; si es así, los españoles debemos estar al nivel del betún.

Sí que existen colonias de gatos abandonados en muchos puntos de las islas, pero no es cierto que las almas caritativas que los alimentan sean responsables de su propagación, porque esas mismas personas se suelen encargar también de esterilizar a las gatas.

Ante la dejadez de las instituciones, son personas voluntarias, generalmente extranjeras, las que hacen campañas gratuitas de esterilización. Estos gatos, al estar bien alimentados, no tienen necesidad de cazar para comer, y en la urbanización donde resido no faltan las lagartijas ni los pájaros.

Además es falso que los gatos no tengan depredadores. El primero es el humano. Solo hay que ver la cantidad de gatos atropellados en nuestras carreteras.

Muy a menudo vemos cómo dueños de perros de razas peligrosas los sueltan al llegar a las escaleras de Cala Tarida y los animan a perseguir y matar a muchos ejemplares de estos «peligrosos» gatitos.

Señor Planells: no cree usted problemas donde no los hay, que bastante más serios los tenemos los españoles. No puede usted disimular su personal aversión hacia estos animales considerados sagrados por culturas ancestrales como la egipcia.

En la Edad Media, los gatos fueros considerados aliados de las brujas y fueron perseguidos hasta su casi extinción. Las plaga de roedores resultante trajo a Europa la peste negra que acabó con miles de personas.

Por favor, no aliente usted una nueva caza de brujas en plan solución final nazi´ contra estos inocentes y bellos animales.