Después de unos minutos de espera, me preguntan por mi pasaporte, mi residencia, mis huellas y también toman una fotografía. Una puerta. Un primer patio, tengo que dejar mi bolsa y mi cinturón. Paso a través de un scanner. Una reja. Segundo patio. Y finalmente, unas escaleras que bajan a una sala, con pequeñas cabinas, una ventana. Un teléfono permite hablar con la persona del otro lado. Estoy en la cárcel de Ibiza y hoy es el día de las visitas.

Desde hace más de nueve meses está encarcelado un amigo, Martín. Él es o era el apicultor. Cuidaba las abejas y producía miel. El 25 de mayo de 2011 cambió su vida.

Antes, cuando me encontraba con él siempre estaba en la naturaleza, plantando flores en un jardín, podando arboles. O en la orilla del mar, con sus libros, aprendiendo ingles. Tranquilo, enamorado de la naturaleza de Ibiza. ¿Y ahora? Pues ahora son casi 10 meses sin salir, diez meses sin poder abrazar a su familia, esperando la libertad. Está acusado de haber provocado el fuego de Morna, por una supuesta chispa escapada de un ahumador, un hecho que no tiene precedentes en la historia de la apicultura en España.

Tres veces ya rechazaron su demanda de libertad. Tampoco con fianza ¿Por qué? ¿Porque tienen miedo de que se escape de la isla? ¿O será por razones políticas, porque se necesita un culpable? ¿Qué es lo que ha hecho para estar así privado de libertad tanto tiempo? Solo se ocupó de sus abejas, como siempre desde hace años.

Martín no tiene nada que hacer en ese lugar. No es un malhechor, un bandido, un traficante o un asesino. A mí, me duele mucho. Solo me siento como invitada en esta isla, en España. No quiero interferir en un juicio, solo quiero compartir mi sentimiento de injusticia con vosotros.

¡Libertad para el apicultor!