Según la lógica de Martín Cano, cuando apoyo mi artículo ´Una guerra en curso´ en las declaraciones de dos ateos doy signos de «ateofobia». Igual de extraña es su lógica cuando del hecho de citar las razones dadas por esos dos ateos y basar mi argumentación exclusivamente en sus razones, deduce que yo mantengo que los ateos no razonan y que, además, «los demonizo».

Citar a uno de los científicos que mejor conoce el tema de la pederastia en Alemania, el profesor Kröber, le parece al señor Martín «encontrar una aguja en un pajar». Y para rebatir los datos contrastados de Kröber pretende poner al mismo nivel al tal Pepe Rodríguez. Hay una diferencia entre el doctor Kröber y Pepe Rodríguez: la objetividad, la búsqueda de la verdad donde esté sin partir de prejuicios. Martín interpreta que la Iglesia que acaba de conocer el documento que el Papa dirige a los irlandeses lo que en realidad hace es amenazar con la excomunión a los obispos que no encubran los abusos sexuales. Es evidente que Martín no ha leido ese documento, de haberlo hecho tendríamos que acusarle de tergiversación. Tampoco ve el señor Martín que el Papa actual, aunque él diga que tienen miedo a hacerlo, es uno de los Jefes de Estado más acusados por los políticos de su época, desde la canciller alemana al parlamento belga en pleno, sin olvidar bastantes líderes musulmanes y desde luego muchos políticos compatriotas de Martín.

Estoy convencido de que la prensa ha hecho un gran servicio a la Iglesia al airear los casos de sacerdotes pederastas y obispos encubridores. Esos caballeros actuaban en abierta contradicción con lo que la Iglesia dice de sí misma y ésta ahora se ve obligada a investigar los casos y poner medios para evitar en el futuro episodios semejantes. El que lo vea tan positivo para mantener la pureza de la institución no evita que me percate, siempre racionalmente, de que parte de la prensa que airea los escándalos tiene más interés en sentar a toda la Iglesia en el banquillo que en una información contrastada: por ejemplo el New York Times cuando se niega a publicar las puntualizaciones del cardenal de Nueva York a su información.

Cae el señor Martín en el estereotipo al acudir a lo de que «la religión en lo referente a la ciencia y la historia no sale muy bien parada»: no puedo estar de acuerdo en lo que toca a la Iglesia católica, que sigue manteniendo como máximo exponente de su doctrina a un autor medieval, Tomás de Aquino, a quien parece evidente que Martín tampoco ha leído.

Dado que de razonamiento hablamos, quien lo lee admira pronto el modo de acercarse a la verdad de Tomás, que comienza metódicamente con el análisis de las opiniones ajenas, sobre todo de las que son contrarias a la suya, con tal honradez intelectual en la exposición que a menudo parece al lector que Tomás se ha cambiado de campo. Aunque me temo que lo de medieval disguste al señor Martín, a la lógica de algunos les vendría bien el método.